Cumbre Vieja

La Opinión de: Philip Pirrip. "Relatos sobre las vivencias en una operativa de apoyo en La Palma"

La llegada

No estaba preparado para esto. Posiblemente porque llegué con el alma desnuda o a medio vestir. El día antes de irme le dije que mi amor por ella es incondicional y seguiría siendo hasta el día de mi muerte, no porque así lo haya decidido, sino porque no puedo evitarlo. Ella se había lanzado a dar batalla por la felicidad que yo le había negado y no podía dejarla ir sin que supiera mi verdad, sin Yo tener la certeza de que ella la supiera…

Le dije que era en los momentos en que yo estaba a solas conmigo, que era en esa soledad que te permite el lujo de abrir tus pensamientos y tus sentimientos, cuando en medio de un mar de dolor me embargaba la tristeza de saber que estaba dejando escapar un amor real y verdadero, sin saber que al día siguiente empezarían los 10 días más solitarios de los últimos veinte años de mi vida.

Llegué a la isla sin ser consciente de que estaba a punto de empezar una increíble experiencia de vida, una amalgama de romanticismo, humanidad, amor, amistad y satisfacción personal.

En el mismo momento de largar el último cabo en Tazacorte la primera a la que seguirían otras muchas maniobras y sentir el buque flotando libre bajo mis pies, volví a experimentar el orgullo de ser marino, esa sensación de aventura y libertad, de hacer algo distinto, en la antesala, a punto de medirme con una fuerza de la naturaleza, la mar, pero además a la sombra de otra igual de salvaje y cautivadora, la tierra, rugiendo en forma de volcán en erupción.

Navegando rumbo Sur hacia Puerto Naos saludaba de nuevo a la vieja amiga, a su rumor, a su sabor, en un escenario épico de amanecer de cielo rojo de fuego. Para un soñador como yo, la odisea perfecta.

Tazacorte

Tazacorte en un pequeño pueblo de la costa oeste de la isla. Entre él y América sólo hay un océano. Las olas que rompen casi constantemente contra los desgastados bloques del puerto viejo y en la orilla de su playa de arena negra como el azabache traen rumor de samba.

En realidad, el “pueblo pueblo” está unos kilómetros montaña arriba.  Nosotros estamos al nivel del mar, a caballo entre dos pequeños barrios de Tazacorte: “El Puerto”, con su puerto y zona vieja y “El Tarajal“ que abarca otras pocas casas y el puerto nuevo, nuestro puerto. Es curioso ver que en un espacio tan reducido haya dos barrios, pero uno llega a entenderlo oyéndolos hablar entre ellos, defendiendo sus posturas con vehemencia en voz alta y con grandes cargas de ironía, aunque frente a nosotros son reservados. No obstante, nunca te dejan ir sin una sonrisa las mujeres o un gutural “urhhhgg” los hombres que suena a “eres godo pero te perdono por lo que estáis haciendo”. Ellas son alegres y parlanchinas. Ellos son serios y de rostro moreno y curtido por el sol. Les imagino manos duras y encallecidas de bregar con las redes y los remos. Las mujeres son jóvenes, mientras que los hombres suelen ser viejos lobos de mar. Eso me hace pensar que los jóvenes han renunciado a la vida dura de pescador y trabajan fuera del pueblo, en otra vida no menos dura. “El Puerto” son apenas dos calles Norte / Sur cruzadas en perpendicular por otras dos Este / Oeste. Hay maceteros pegados a ambos lados de las mismas, las casas son de colores pálidos (azul, amarillo, verde…). A casi todas les va tocando un retoque…y las ventanas y puertas son altas, de madera gastada, como la de las barcas varadas en la caleta.

En el extremo más norte del muelle se han instalado algunos restaurantes que ultrajan la quietud de la noche con sus luces, mesas y carteles… sin pandemia y sin volcanes es fácil imaginar lleno de viandantes el paseo de piedra que discurre a todo lo largo de la enfrentada al mar. Definitivamente es un sitio que enamora.

Los Palmeros

Y cuando digo los Palmeros me refiero a los habitantes de Sotavento, los de la parte Oeste de la Isla, los que se están llevando la peor parte de la ira de Cumbre Vieja, los que están viendo arder sus casas, sus medios de vida, sus sueños y su futuro.

En esta parte de la Isla, más montañosa, se utiliza el método del cultivo en terrazas. Por doquier, las laderas de las montañas están escalonadas de hileras de plataneras. No son muy anchas y no permiten el acceso de maquinaria ni herramienta grande, lo que significa que los plátanos se cosechan y se transportan terraza arriba o terraza abajo con brazos y piernas. Se abate la rama hasta que apoya en el hombro, se corta “la mano” de manera que se pueda sostener la piña por este trozo como asidero para su transporte y se corta la piña que cuelga… ya tienes encima 60, 70, 80 kgs de plátanos de Canarias para llevarlos hasta el camión con la fuerza de tu alma… son duros estos palmeros.

Continúan su labor bajo la ceniza, que llueve constante y tozuda, como si el Viejo Cumbre quisiera recordarles que está ahí. La alegría de poder regar las plantaciones es solo un pequeño alivio. La piña hay que llevarla igual, pero llena de ceniza, los pies hundidos en ceniza, la piel y los ojos ardiendo por la reacción de la ceniza con lagrimales y sudor… tiznados de negro hasta las ideas. Sí, definitivamente, son duros estos palmeros.

Las mujeres de esta parte de la Isla se dedican a la otra parte de la industria: manipulación, clasificación, venta. No las definiría como especialmente guapas, pero también porque cuando las miras eso es lo que menos atrae tu atención. Son dignas, explícitas, de gesto severo y seguras de sí mismas. Tampoco tienen nada regalado.

Estaba pensando todo esto cuando pagábamos en la cooperativa a la que fuimos a buscar suministros frescos para el barco. Observaba a través de un panel de metacrilato a la que parecía encargada de todo aquello. Con gesto severo despachaba el mostrador que tenía delante y hablaba por teléfono. La veía de perfil. Pensé que los tenía bien puestos.

Me trajo de vuelta a la realidad una de las chicas que nos atendía. Mis colegas no conseguían hacerse entender en inglés. Una vez entendidos, me preguntó si éramos turistas (iba con dos filipinos y un señor igual que Putin). Le expliqué que trabajaban en un barco…

Nos despedimos y nos dimos la vuelta para dirigirnos al coche…

Al girarme me encuentro a la chica que me ofrece dos bandejas de dulces que acaba de coger de una estantería y hace un gesto por encima del hombro indicando en la dirección de la señora que desde detrás del metacrilato nos sonreía francamente. Le di las gracias con un asentimiento de cabeza y ella me devolvió un gesto para mi inequívocamente afectuoso cerrando los ojos.

No puedo evitar sentirme bien pensando en que estamos haciendo algo bueno. Y me gusta ser corresponsable de que esté ocurriendo.

Igor

Igor Spivakov es nuestro Capitán. Como todos los Capitanes, está condenado a tener una cara adusta para la tripulación. Lo conocí hace un mes, durante el segundo viaje preparativo y creo que me gané su confianza mediante el simple y siempre infalible método de “la verdad, por favor y gracias” lo que equivale a naturalidad y honestidad, moneda aceptada en cualquier trato. Tal vez por ello, en algunos momentos de intimidad, cuando se permite el lujo de dejar de ser “El Capitán”, se deja ver cómo es en realidad.

Igor se crió en las montañas de Kazajistán, aunque ahora vive cerca de San Petersburgo. Su infancia y juventud transcurrió entre los muros de una casa construida completamente de madera de los bosques cercanos, aunque ahora vive en la planta 25 de un edificio moderno de cemento y acero. Echa de menos el olor de la madera de tronco aserrado. Los sonidos amortiguados al caminar y el calor acogedor en el interior, aunque fuera hubiera tantos mil grados bajo cero… No entiende por qué su mujer, Katrina, se empeña en comprarle juguetes de plástico a su hijo de 4 años, aunque no discute. Alabo su prudencia y nos reímos juntos de ello.  El niño se llama Aleksander, aunque le llaman “Sasha”.

Cuando a veces va a visitar a su tío, que aún vive allí, no importa cuánto vodka haya bebido antes de dormir. Dice que la madera de la casa, el olor y la forma en que circula el aire de forma natural produce un efecto de descanso tal que se levanta como nuevo.

Le traje una pequeña muestra de productos andaluces, embutidos y queso. Lo reserva para momentos especiales. A mi vuelta he de enviar un paquete en condiciones de cara a la Navidad.

Hemos quedado en emprender una cruzada en favor de los juguetes de madera.

La Tripulación

Además del Capitán, la componen otros 16 hombres más. Los oficiales son todos de Lituania, excepto Igor y Yuri, que es estonio. Yuri es el Jefe de Máquinas y debe medir más de dos metros. Tiene que agachar la cabeza para pasar de un habitáculo a otro del buque. Todo lo que tiene de alto lo tiene de gamberro, es un niño enorme. Nos reímos mucho juntos.

Arturs, el Segundo Oficial, es el único soltero. La otra noche, haciéndole compañía en el Control de Carga durante su guardia, le dije que tenía el mejor trabajo del mundo. Torció el gesto al principio… pero creo que le convencí.

Ilia es el Tercero. Tiene un hijo de 4 años y está de mal humor porque su contrato cumplió hace unos días y no le mandan el relevo. Le entiendo; recuerdo que cuando embarcabas te programabas para los días que te decían, no importaba cuanto de largo: ¿tres meses? Tres. ¿Cuatro meses? OK, cuatro. Y durante ese tiempo todo iba bien, pero pasaba el periodo para el que habías preparado, cada día de más a bordo se convertía en eterno…interminable.

El Primer Oficial se llama Dennis. Un día me dijo que en cierta ocasión le habían ofrecido ser actor porno…me extrañó la confidencia pues es un tipo reservado, un poco mecánico en su modo de hablar…seguro que fue el primero de la clase. Pero aún me extrañó más hace un par de días que entra en el puente con la cabeza recién afeitada, me la enseña y va el tío y me dice que no encuentra nadie que le quiera afeitar el pubis… No sé si era una invitación… caray.

La maestranza y subalternos son filipinos. Sonrientes. Todos te sueltan la palabra en español que se saben, o más bien todas, aunque no tengan nada que ver una con otra. Todos tienen apellidos españoles: Arroyo, Gonzalez, Aranas, Fernandez, Ballesteros … y algunos nombres de pila también, aunque transformados en Willy, Jerry… tengo un tocayo: Felipe Tiu Tomás.

Elvis es el cocinero. Me gusta su cocina fusión con menús de fajita y arroz asiático con ensalada de judías negras y sopas inidentificables… (los rusos le echan nata a la sopa) para la tripulación filipina hay una máquina de hacer arroz al vapor que lo deja así como blandito y pegado, pero sabe muy bien.

Jerry es el camarero y el más joven de todos. Es el amo de la música que, desde la cocina, suena en toda la sala de estar…lleva con música navideña desde el día que llegué…son villancicos sajones cantados en filipino…me encanta.

El contramaestre se llama Michael. Es un tipo sereno. Cada mañana cuando bajo temprano por culpa del despertador del teléfono que se cambia a la hora peninsular y me saca de la cama una hora antes, siempre está ahí, sentado en su sitio de la mesa, con las piernas cruzadas a pesar de ser una silla de brazos, liando cigarrillos meticulosamente…lo lía sin filtro, dejando un trozo sin pegar para meterlo después. Antes, lo ataca cuidadosamente por cada lado con una cerilla. Finalmente mete el filtro y sella el trocito con el gesto habitual del lengüetazo. Lo deja sobre la mesa y empieza otro. Silencioso. A veces cuando para se queda en la misma postura mirando hacia abajo pensando quien sabe qué…supongo en lo que ha dejado atrás allá en Filipinas.

A petición mía me ha enseñado a decir “magalán magá” (buenos días) y “Salamán” (gracias) que son las dos cosas que le digo cada día: 1. cuando llego y 2. cuando me deja las cerillas para encender mi «convencionalísimo» pitillo de cajetilla con que acompaño el café.

Javier y Gustavo

Javi Mesa es el Práctico que suele venir los días que yo estoy aquí. En Tazacorte no hay Práctico, así que tiene que venir desde el Puerto de Santa Cruz de La Palma y tanto él como Gustavo, el otro Práctico, se pegan junto con su patrón una buena pechada de navegación desde allí cada maniobra, y hay muchas y a deshoras… y la lancha es una lancha… A pesar de ello, siempre con la sonrisa, siempre educados, siempre amables…

Gustavo cojea de la pierna izquierda. No le he preguntado, pero supongo algún accidente de trabajo. Estuvo muchos años navegando en petroleros. La cojera desaparece cuando trepa por la escala, y ya sé que suena absurdo porque no se puede cojear en una escala, pero yo me entiendo. La sube como un gato. Él fue quien nos envió las increíbles fotos de dron que hizo un amigo de un amigo de su cuñado. Desde el principio se ha volcado en el proyecto. Es Palmero.

Javi se conserva de cine. Alto, guapo y delgado. Es tranquilo y muy simpático. Creo que es la consecuencia de ser Práctico en el Paraíso… Llamamos a “el Majara” para que buscara fotos del grupo de cuando coincidimos en la Escuela, pero como sospechábamos, no encontró nada. En aquella época no teníamos ni cámara ni mucho menos dinero para revelado de carretes. Es más, de haberlo tenido, jamás lo habríamos invertido en un revelado de carretes…

Nos reímos cada mañana en las maniobras y la complicidad es la de siempre. Qué alegría y qué satisfacción. Me hace sentir bien pensar que pertenezco a este grupo de grandes hombres sencillos, que es como siempre vi a los miembros de esta anónima y maravillosa “Secta del Mar”.

LaPlaia

Playa, o como dicen los rusos… “LAPLAIA”, es el nombre con el que nos dirigimos por radio al equipo que trabaja con nosotros desde tierra. Se encargan de abrir y cerrar válvulas durante carga y descarga… los coordina Jose Antonio y son Iván, Maria, Alexis…y varios más.

Algunos de ellos han perdido todo. Otros están “desalojados” como dicen aquí. Es increíble la buena disposición con la que se entregan a los trabajos. Jose Antonio siempre contesta de la misma forma a cualquier petición: “OK, lo hacemos”.

Ellos son los que se encargaron de tender toda la línea de carga en el puerto y de descarga en la playa…

Al principio tuvimos problemas de comunicación o pensábamos que los íbamos a tener, por la diferencia de idioma…Incluso enseñamos a los rusos algunas frases clave como “ abriendo válvula” o “ subiendo presión”… pero al final no ha hecho falta.

Radio:

Y así todo el rato… Sin problema!

Oliver y Nieves

Oliver y Nieves son dos voces y dos caras que hay en mi teléfono. Oliver es el responsable de explotación de Puertos Canarios encargado de Tazacorte. Nieves es la Jefa de la Policía Portuaria de Tazacorte.

Nunca los he visto salvo en foto, pero sin ellos creo que todavía estaríamos atracados en Lisboa… Cualquier cosa que necesitamos en Tazacorte se desviven por indicarnos, ayudarnos o autorizarnos. Pequeñas y grandes, es lo mismo, ellos siempre con “lo que ustedes necesiten” en clave de acento canario

Si, me doy cuenta de que me refiero a todo el mundo como “sin ellos habría sido imposible”…pero es que cuanto más escribo, más consciente soy del mágico encuentro de personas, buenas voluntades y ganas de ayudar que se ha dado en esta locura.

Bendito manicomio.

Puerto Naos

La playa de Puerto Naos es un breve paréntesis de arena oscura que rompe la salvaje pared de roca volcánica que transcurre a lo largo de todo nuestro trayecto entre Tazacorte y Puerto Naos y que continua hacia el Sur hasta donde se pierde la vista… hace una suave curva de unos quinientos metros enmarcada por al Faro de las Hoyas al Norte y la Punta del Pozo al Sur. Como sucede en todas las islas volcánicas, el fondo hace mucha pendiente y la profundidad aumenta rápidamente, que es justo lo que nos permite permanecer fondeados a 250 metros de la orilla, lo cual es una locura desde cualquier punto de vista náutico para un buque del porte del nuestro excepto aquí y en estas circunstancias. La conciencia de necesidad y emergencia que nos ha empapado a todos nos ha vuelto un poco temerarios e irresponsables, exponiéndonos a riesgos que, en circunstancias normales, ni se considerarían.

Ya han empezado los mares de noviembre, que normalmente son de componente SW y NW, los cuales traen olas que rompen en la orilla, pero sobre todo, se estrellan contra los roquedos. Al ser de roca volcánica, el contraste de la espuma contra el negro del basalto es increíble y sobre todo cuando brilla el sol de mediodía y su reflejo hace que el blanco sea blanquísimo y que la roca mojada brille con esplendor mientras por ella discurren regueros de espuma de vuelta a la mar que con terquedad, se prepara para volver a golpear. La niebla pulverizada que hace la espuma también brilla, por lo que te quedas hipnotizado hasta que la siguiente ola sacude con violencia, sacándote de golpe del letargo momentáneo.

Nunca había dirigido la mirada hacia las alturas en dirección Sur…quizás porque el Viejo Cumbre está siempre al Oeste por nuestra proa y capta toda la atención o quizás porque hasta hoy las tapaba con su humo y sus cenizas celoso de no perderla. Pero esta mañana, tras un buen rato vigilando la Punta del Pozo, nuestro peligro más cercano, he mirado hacia arriba y he descubierto varias hileras de montañas…como nacidas en diferentes eras…hasta tocar las nieblas altas…una belleza imponente … me he acordado de Isla Nublar ( alguien me dijo que el principal tesoro de la isla son sus plantas, algunas de las cuales son del jurásico…).

Tommaso

Tommaso o, como le llaman en la zona, “El Tomaso”, es nuestro barco, gran protagonista silencioso que nos está dando tantas alegrías a unos y otros.

Es buque «quimiquero» (buque cisterna le llaman los medios seguro que para no usar la palabra y sembrar alarma).

Tomaso es “muy marinero” que es lo mismo que decir que se mueve como uno de esos tentempié con los que jugaba de pequeño ( ya no los veo) y se balancea sin cesar aunque la mar esté como un plato. “Tiene el CG muy bajo” nos dirían en la Escuela (la que por cierto visité en el primer viaje y me dejó la sonrisa en el semblante para el resto de aquella mañana).

Tomaso es fuerte. Hace dos noches rompimos seis cabos por fuerte oleaje en puerto que nos hizo pasar un rato interesante. Él se llevó lo suyo también contra el muelle, pero el muelle salió peor parado. Esta tarde ya por fin de vuelta en tierra hemos estado repasando el costado, mirando sus heridas y preparado todo para curárselas. Un poco de agua para endulzar, secado y minio para evitar la oxidación de las zonas donde ha quedado vivo el metal…

Buena chica

Ella

Ella es la que me inspira y me motiva, la que tiene la culpa de que haya venido aquí. Ella es la que llena mi soledad a pesar del dolor.  Ella es…Ella. Espero poder demostrárselo algún día.

Para Ella
A bordo, Puerto de Tazacorte, Isla de La Palma
Noviembre de 2021

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