José Manuel Tejedor: «Aplauso desde mi balcón»

La opinión del presidente de la Comunidad Portuaria de la Bahía de Algeciras

«Aplauso desde mi balcón»

«Soy de los que salen al balcón a aplaudir cada tarde con mis hijos y, efectivamente, pienso en todos los que están en las trincheras de las UCIs y resto de colectivos que siguen al pie del cañón y para los que nació este gesto espontáneo de agradecimiento, pero sin duda pienso tambien en todas las personas de  la Comunidad Portuaria del Puerto Bahia de Algeciras, que están dando ejemplo de profesión y entrega. No es fácil y es normal que surjan contratiempos, afloren nervios y asalten dudas. Pero no es tiempo de demagogias ni sectarismos, es tiempo de estar a la altura.  Y mis compañeras y compañeros están demostrando que son de fiar, trabajadores de TODOS los colectivos, empresarios e instituciones.

Como en todas las guerras, siempre habrá quien saque provecho de una situación tan trágica, en  buena lid o en mala. Que la historia y su propia conciencia los juzgue.

Los servicios esenciales no lo son ahora por culpa del covid, siempre lo han sido, sólo que ésta es la razón por la que permanecen activos . Llevaba tiempo queriendo llevar estos servicios a la ciudad, a los colegios, darnos a conocer más, enseñar las tripas y  hacer cantera, tan necesaria. Triste aliado me ha salido. Pero lo cierto es que está dando luz a mis heroínas y mis héroes.

Me gustaría dedicarles un extracto de un discurso de un general americano a sus tropas en 1944 durante la Segunda Guerra Mundial (los hay de generales españoles, pero hoy no tocaba patria, rey ni religión) .

Si las leeis, cada vez que dice «hombres» , leed  «mujeres y hombres», y cambiad nombres de paises y personas  por aquéllo o aquéllos por quienes cada dia hacéis lo que  hacéis.».

Para vosotros mi aplauso de cada día.

«Un ejército es un equipo. Vive, duerme, come y lucha como un equipo. Todo este asunto de la heroicidad individual es un montón de estiércol. Los biliosos bastardos que escriben ese tipo de cosas para el Saturday Evevning Post no saben más del verdadero combate bajo el silbido de las balas que lo que saben de joder. Tenemos la mejor comida, el mejor equipo, el mejor espíritu, y los mejores hombres del mundo. Por eso, Dios lo sabe, siento pena por esos pobres hijos de perra con los que vamos a luchar.

Todos y cada uno de los hombres de este ejército juega un papel vital. Cada hombre es un eslabón vital de una gran cadena. ¿Qué pasaría si un conductor de camión decidiera de súbito que no le gusta el silbido de los proyectiles, se pusiera amarillo, y se arrojara de cabeza al arcén? Ese cobarde bastardo pensaría, «Demonios, no me echarán de menos, solo soy un hombre entre miles». Pero, ¿qué pasaría si cada hombre pensara de la misma manera? ¿Dónde demonios estaríamos ahora? ¿Qué sería de nuestro país, nuestros seres queridos, nuestros hogares, o incluso el mundo? No, maldita sea, los americanos no piensan así. Cada hombre cumple con su deber, sirve al todo. Los de suministros son necesarios para proporcionar las armas y la maquinaria de guerra necesaria para seguir adelante. Los de intendencia son necesarios para traernos la comida y la ropa porque a donde vamos no hay siquiera una mierda que robar. Hasta el último hombre de las cocinas tiene un deber que cumplir, incluso el que calienta nuestra agua para prevenirnos de la diarrea.

Todos y cada uno de los hombres debe pensar, no solo en sí mismo, sino también en el camarada que lucha a su lado.

Hay una magnífica cosa que vosotros, muchachos, podréis decir una vez haya acabado la guerra y estéis otra vez en casa. Podréis estar agradecidos que dentro de 20 años, cuando estéis sentados al calor de la lumbre con vuestro nieto en la rodilla y os pregunte qué hicisteis en la Segunda Guerra Mundial, no tendréis que toser, cambiarlo de rodilla y decirle, «Bueno, tu abuelito cargaba estiércol en Louisiana». No señor, lo podréis mirar fijo a los ojos y decirle, «Hijo, tu abuelito marchó con el Gran Tercer Ejército y con un maldito hijo de puta llamado George Patton»».

Jose Tejedor, presidente de Comport.

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