Igualdad, nunca llueve a gusto de todos

Todos deberíamos aprender de las chicas. Fiereza y decisión están en su condición y afloran de forma natural, por ejemplo, cuando de proteger a sus crías se trata. Pero también afloran cuando asaltan las calles del país para reivindicar lo que es un derecho que les pertenece como a cualquier otro ser humano: la igualdad.

Decenas de conversaciones con amigos, parientes, compañeros de viaje, taxistas, camareros, peluqueros y largo etcétera de personas de todas las condiciones y sexos habidos ( y por haber) casi siempre cortadas en el mejor momento, bien por llegar al destino, bien por sonar la hora o bien por la firma silenciosa de un cortés armisticio dialéctico, me han llevado a reafirmarme: pero qué igualdá ni qué carajo?

Por supuesto que el papel lo aguanta todo y podemos (y debemos) legislar (a ser posible coherentemente) tanto como haga falta en aras de construir una sociedad igualitaria, pero también deberíamos dotarnos de «ojos de halcón» en cada rincón para poder vigilar la vida a cada minuto porque los españoles (de todos los sexos) somos incapaces de ser ecuánimes, objetivos, justos o igualitarios a la hora de la verdad. Si, en lo fácil y barato sabemos serlo…por ejemplo a la hora de ceder la última croqueta que queda en el plato cuando todos estamos hasta arriba de croquetas…pero…el resto del tiempo? Ni pa Dios.

En España, seas del sexo y condición sexual que seas, no hay igualdad ni para elegir colegio, ni para concursar a un puesto de trabajo público, ni para entrar en prisión, ni para apoyar a deportistas de élite, ni para que te llamen del Inem, ni para presentar o solicitar un papel en cualquier oficina de la administración, ni para defender un trabajo fin de master ni para pedir cita para el médico, ni para cobrar de policia, profesor, bombero o médico, ni para recibir ayuda por la misma discapacidad…ni mucho menos para recibir partidas presupuestarias para mejorar tus comunicaciones ferroviarias.

Demonios, no hay igualdad ni en la cola de la carnicería…siempre habrá respetuosos con el orden y listillos que se quieren colar.

Pero esta desiguadad no nace ni del sistema, ni de los.políticos ni es fruto de la injusticia: ésta la impartimos nosotros cada dia. Somos incapaces de resistirnos a ejercer el tráfico de influencias positiva o negativamente con el amigo y el enemigo. Y tan cierto como la muerte que mientras no seamos capaces de resistir esa tentación, (tentación intensa y de efecto embriagador…parecida a la del pitillo que enciendes cuando estás tratando de dejar de fumar, te arrepientes nada más encenderlo…pero te lo fumas…) no seremos más que unos cínicos y unos hipócritas subiéndonos cada día al carro que nos arrime al buen árbol del momento gritando liberté, fraternité o, cómo es el caso, egalité.

Y ya puestos, reivindico el derecho a no serlo, de hecho, menos mal que no lo somos. Hay hente y hente (si, hente) : buena y mala, honesta y deshonesta, implicada y escaqueada, que suma y que resta, que ayuda y que lastra, formada y deformada, que ama y que odia, que arranca y que se para, que empuja y que lastra…pues no hay hente! Es más, si todos fuéramos iguales no me preocuparía por ejemplo el relevo de nuestro Presidente de la APBA, pero no caerá esa breva porque me temo que Manolo Morón sólo hay uno. ( ojo, que yo no digo que la persona que venga no lo pueda superar, pero tiene un majao pa conseguirlo). Por eso creo que llamar igualdad a que a hay que pagarle lo mismo a una mujer que a un hombre por el mero hecho de ser mujer es un menosprecio hacia ellas y una excusa para los que, sin saber hacer la «O» con un canuto cobramos más que ellas, como tampoco debemos presuponer que la persona que venga a sustituir a nuestro Presi, cobrando lo mismo, vaya a hacer lo mismo que él por nuestro puerto. Lo que sí que podríamos y deberíamos esperar siempre es que tanto unos como otras nos entreguemos a nuestra función con ilusión y honestidad y fuéramos reconocidos en consecuencia. Ni más…ni menos.

La igualdad “se administra a sí misma” con mucha arbitrariedad y nunca llueve a gusto de todos. Gusta cuando favorece y disgusta cuando no.

Sé que llego tarde y tonto de torrijas…pero es que últimamente, entre unas cosas y otras, no veas las ganas de igualdad unos días y de desigualdad otros que me han entrao.

José Manuel Tejedor

Presidente de Comport

Salir de la versión móvil